miércoles, 7 de julio de 2010

La Familia


Si pudiéramos tomar un trocito de esa infancia nuestra, todo hubiera sido tan diferente, aunque se dice que cuando uno es adulto es un ser más racional, yo me doy cuenta que eveces nos convierte en seres más frívolos, pensando en lo mucho que podemos ganar si nos quedamos en el trabajo un domingo, y no vemos de lo mucho que podemos perder un día mas sin la familia, sumamos dinero, comodidad, lujos y no nos damos cuenta de lo mucho que le estamos restando a nuestros seres queridos. Sumamos avaricia y restamos amor, ¿qué nos está pasando? Se que el dinero es un mal necesario, pero una cosa es que nosotros manejemos el dinero y otra totalmente distinta es que el dinero nos maneje.

Somos títeres de nuestra ambición pero eso no significa que tu familia te acompañe, mientras nosotros caminamos hacia nuestra ambición ellos nos abandonan, nos es por que no nos aman, sino que están cansados de mendigar el amor nuestro.

Hasta que nos damos cuenta que nos quedamos solos, miramos hacia atrás, pero ya es muy tarde, miramos a nuestro costado y vemos todo lo que hemos acumulado y al otro costado personas carroñeras esperando con falsas máscaras y supuestos buenos sentimientos inventados por el dinero, pero con toda la riqueza acumulada y con buitres de acompañantes uno no es feliz, al contrario, si en un lado estuviera el trabajo con un trocito de pan y el otro lado la familia, eso nos llenaría el corazón y la satisfacción de trabajar para la familia, tener a la familia a uno lo hace sentir realizado, el salir del trabajo y camino a casa sabemos que hay personas que están ansiosos de vernos, abrir la puerta y ser derribado por el abrazo colosal de nuestros niños,, de nuestra gente amada.

Compartir la mesa, compartir sonrisa, e intercambiar amor y cariño, que mejor remuneración que esa, que dicha, que riqueza tan inmensa. Ojala nos demos cuenta antes de que ya sea muy tarde como para tratar de remediar la situación, porque no hay nada que pueda enmendar las heridas causadas al corazón de las personas que realmente nos importan y no hay mayor dolor que ver a tus hijos llorar por errores tuyos, sin que tu puedas hacerlos sentir mejor o aliviar su dolor.

Es momento de ponerle valor a las cosas que realmente requieran de valor, por que la familia y su cariño no tienen punto de comparación con las demás cosas, no tienen precio y no se puede comprar ni con todo el oro del mundo.


Karen Fleita.

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